ATACAMA (I)

Llego a San Pedro de Atacama, centro de la movida turistica que por aqui se mueve, casi a las nueve de la noche y mi principal preocupacion es no perder mucho tiempo organizandome porque tengo intencion de pasar un par de dias aqui viendo cosas y luego irme a Salta, en Argentina para tratar de volver a Chile en el Tren de las Nubes. Asi que empiezo por intentar contratar el tour estrella de estos lares que es la subida a los geiseres del Tatio, en la falda de un volcan proximo a la frontera con Bolivia. Está a 100 km de San Pedro y a 4300 mts de altitud.

Cuando llego al hotel y se lo cuento al dueño, Pedro, se me queda mirando muy fijamente y despues de un momento dice:
- A ti te criaron en altura, ¿No?
Me acuerdo de un amigo de otro amigo, cantabro el que me decia: ¡Gallo, que eres un gallo...!
Ni me he acordado del mal altura y de la necesidad de aclimatarse. En fin. Al final salgo para alla a las cuatro de la mañana, y consigo incluso dormir en un coche que traquetea permenentemente por una pista sin asfaltar. En un momento que abro el ojo veo la Luna en una perspectiva que la situa por debajo de nosotros. Alucino. ¿Estare soñando? Pues no. Yo no suelo soñar con tanto traqueteo. Estamos subiendo a marchas forzadas.
Cuando llegamos arriba, efectivamente hace un frio que pela, aunque lo resisto porque voy forrado con todo lo que tengo y el espectaculo es realmente increible. Pasamos la mañana alli, pero lo mejor viene al bajar.

Me piden pasta por hacer fotos. Ok, accedo porque merece la pena. Delante de mi una llama degollada. Hago unas cuantas fotos del corral, de las llamas e intento hacer alguna de las mujeres, que no quieren. ¿Y los hombres? No los veo. ¡Hostias, se han metido al corral!. Cuatro tipos dentro del corral y las llamas montan un alboroto de cuidado. Al final cogen a una de ellas y tratan de sacarla. Me parece que no la van a poner precisamente a ver "Los Lunis"... La sacan y todo el grupo se organiza par ayudar a sujetar la llama, trabarle las patas y prepararla. Una mujer le pone justo debajo del cuello un gran recipiente. En mis manos la Nikon arde. De repente el tipo que le tiene sujeta la cabeza la pincha justo debajo de la quijada. El bicho lucha y resopla, trata de respirar, pero no puede zafarse. Y a mi... ¡Se me llena la tarjeta de la camara! ¡Me cago en su padre!

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