8/01/2006

CUENTO (I)

El día que llegué a Santiago, el 21 de Julio, mientras daba una vuelta por las calles, una primera vuelta, durante un instante vino a mi mente una imagen absurda, incoherente. Una visión que no acababa de cuadrar con lo que tenía delante. Algo me conectaba con una sensación vivida en San Petersburgo. Supe lo que era unos minutos despues. Tenía delante de mi una especie de imagen disonante, de contraste imposible entre la gente mayor y la gente jóven de Santiago de Chile. La gente mayor parecía fuera de lugar, desubicada, pertenencientes a otro momento histórico, a otra vida. A su lado, o más bien frente a ellos, la gente jóven resultaba ferozmente dueña del momento, pujante y situada en el mismo centro, aunque seguramente no tenían ni tienen mucha más idea de a donde va todo esto que los demás. Lo mismo se reflejaba en el tráfico depredador de esta ciudad, donde compiten por su espacio miles de destartalados autobuses amarillentos y taxis negros, contra el símbolo por excelencia del nuevo rico y de quienes aspiran a serlo: el flamante todo terreno.
Algo parecido me trnasmitió la ciudad rusa en su día, aunque de forma mucho más intensa. La imagen real era la de allí. La fractura que se podía ver en aquella sociedad era brutal.
Me acordé de Mila, de Jose, de Marivi, de Patxi...
Unos días más tarde, subiendo hacia los géiseres del Tatio, recorriendo en plena noche una pista de montaña con textura de Uralita, mientras la Luna Nueva me lanzaba guiños boca abajo, me acordé de la ruta del NGORONGORO. De Antonio y de Lola. 400 Km de pista. ¡Que bestias! ¿Como es posible que todavía tengamos columna vertebral? Hay por ahi una foto que recuerda los efectos de aquella paliza integral.
Y de foto a foto. Fotos de esas que no tienen ninguna calidad artística, pero que te pueden desde el punto de vista emocional, porque evocan y te ponen de repente en el momento y el lugar. Me he acordado de otra foto, mala, hecha en Cairns, tras una cena con Alfonso y Arantxa. ¿Que cenamos? No me acuerdo, pero diría que marisco o pescado... Fué la última foto que hizo mi pobre F-50, mojada de muerte dias atrás y yo sin saberlo. Curiosamente, aquella foto se salvó...

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