6/06/2006

NO DIRECTION HOME

He salido de casa a comprar el periódico y he tenido una primera sensación agradable en la calle. La ciudad a esas horas, nueve de la mañana de un luminoso domingo primaveral, se ofrecía agradable, abierta a dejarse pasear. Sentía el aire todavía fresquito y en el escaso ambiente de la calle sin tráfico he creído reconocer la pesadez que queda en la atmósfera después de una catástrofe. Así me siento yo hoy. Espeso… aunque tranquilo, que es como decir que me siento poco, aunque peso mucho. Denso. Espeso. Porque yo de tranquilo nada de nada. Vivo con sensación de haber perdido algo. De haber perdido mucho. También de haberme liberado de algo. En una especie de resaca posterior a un hundimiento.
Se ha hundido un edificio en construcción y casi nadie se ha enterado. Era un edificio interior, con vistas al futuro, el que se ha ido abajo y no ha salido ni en el periódico. Nadie habla de las víctimas.
Un edificio más en un Madrid que está en y va por delante de un país que es devorado minuto a minuto por el asfalto y el ladrillo de manera salvaje, inmisericorde, continuada, mientras todo el mundo hace mucho ruido. Demasiado ruido, como para no escucharse. He leído que hasta van a tirar abajo el Estadio Calderón próximamente. Igual a algún socio antiguo del Atleti le dan un piso de protección oficial a cambio de hacerle la foto de la entrega de llaves y publicarla en un artículo de política social. Pueden ir los socios antiguos haciendo cola. Es la recompensa a la perseverancia.
Pienso, mientras voy de vuelta por el camino a casa con el periódico bajo el brazo, en que este es un año raro. 2006. Un año raro, si. Un número tonto, que no propicia siquiera una rima fácil para hacer chistes simples en nochevieja. Tampoco le encuentro ningún poder cabalístico. Par y pasa. Y sin embargo, este año pasa de todo. Ese es el poder que tiene el ser de los que no llaman la atención. Todo el mundo pensando en 2005, y cuando llegas tu, pasa de todo pero parece que no y nadie te echa la culpa. A mi me pasa de todo, también, que es lo importante.
Es un año raro porque no solo ha ganado la liga el Barça de manera arrolladora, si no que además ha ganado la Copa de Europa, cosa que solo ocurrió una vez y ahora ya, por lo menos tiene una cadencia. A la vez y como intuyéndolo o queriendo dejar paso, el Madrid de las estrellas, haciendo mucho ruido como para no enterarse, se ha hundido en la miseria, cosa que también ocurre cada ciertos años, periódicamente. Y eso enardece a unos y cabrea a otros, pero a mi me importa un huevo, porque el fútbol no me gusta, pero seguro que el día que haya que hacer memoria, los cronistas hablarán de ello y no de lo que me pasa a mi, que es lo verdaderamente importante. Así es la prensa. Así son los cronistas. También es un año raro porque en Italia, se han juntado muchos de los que no se sienten, se han sentado ha reflexionar y han echado del poder a Berlusconi y eso no había pasado nunca antes. No todo iba a ser malo. Pero lo que si se pone de manifiesto es que en la vida de todo el mundo hay ciclos.
Por otra parte, Madrid, como el Madrid, está completamente taladrado, levantado, trepanado. Así me siento yo también. Lo están operando de las tripas y yo, como madrileño me topo con las vendas y los bisturís a cada paso. Y siento volquetes y hormigoneras atravesándome el esófago. Y hay un polvo que lo envuelve todo, nubla la visión y no provoca orgasmos. No hay quien ande por esta ciudad y mucho menos quien circule por ella sobre ruedas. La calle M-30 parece el parque temático del despropósito. Seguro que falta poco para que cobren entrada a los que vengan a vernos. ¿Les darán cacahuetes con la entrada? Qué menos. Si vienes a Madrid, chulona mía ¡Exige lo que es tuyo!
Aparcar en la calle ya es de pago y el transporte público es caro. Y Gallardón tiene mucha cara. Y muchas caras. Y otros políticos también. Y para que te hagan caso hay que ser toda una baronesa estiradita, de las de museo, como Miss Árboles. Y nadie nos ha dicho como nos van a salir de caras las obras de las tripas. Y a mi hoy, me duelen las tripas por la cara, como a Madrid. Pero esto mío no es culpa de Gallardón, solamente. Lo mío es de emoción. Me duele el Almax.
También es un año raro porque en este país se está decidiendo a voz en grito (como siempre, para educarnos y crear conciencia colectiva de energúmenos) en que país vamos a vivir en un futuro inmediato, si es que va a haber país en un futuro inmediato, e incluso si va a haber futuro inmediato, y se habla de negociar con terroristas y de procesar la paz entre otras muchas cosas. Y algunos se dedican a echar vinagre a la ensalada y otros a decirnos que no pasa nada. Todo para que rime y no estemos pendientes de lo que unos y otros realmente hacen, que siempre es lo mismo, y que abajo sigamos dando pedales, que si no se para todo. Mientras se discute, por todos lados las grúas se extienden sin parar como una plaga y los ladrillos toman altura. Había quien hablaba del floreciente negocio de vender vinagreras, pero era para despistar. El vinagre es monopolio y aquí todos sabemos que siguen siendo más rentables los ladrillos. Les está quedando bien el horizonte, la verdad. Ahora la línea si que es recta, recta. Todo hay que decirlo y si es el caso reconocerlo. Qué bonito. Pronto patrocinarán los atardeceres, lo intuyo. Y los puntos de penalti en el fútbol. Y puede que hasta los de sutura en los hospitales. ¡Qué pedrada!
Yo quiero alicatarme el paladar, para sentirme menos al hablar y que todo fluya más y mejor, no ser tan áspero. Voy a pedir presupuesto en Compotación Mierdoestética. A ver si me hacen un buen precio y me lo dejan bonito, con cenefa y eso, y os lo enseño.
Y en medio de toda esa bronca lo importante, digo yo, sigue siendo que tú y yo nos miremos a los ojos y sepamos quienes somos y si nos entendemos o no, sin muchas explicaciones. Que el que no entiende una mirada no puede entender una larga explicación. O que sepamos, al mirarnos, que ya nos hemos roto nuevamente el corazón restregándolo otra vez contra el pedernal, que mira que está duro y allí seguimos yendo a caer una vez y otra. Y luego nos tenemos que poner a encontrar los trozos y distinguirlos de los de los corazones de los otros que también han ido a caer por allí. Y cuidado, que si al recomponerte el corazón pones trozos que no son del tuyo puedes sentirte como raro…
Pero podemos pedir ayuda. Solo hay que reconocer que la necesitamos. Y encontrar la confianza para pedirla. Ni más ni menos. Y si sabemos ya que la necesitamos, lo importante es que la pidamos cuanto antes, que todavía no la cobran. Eso pienso yo. Que no la cobran. La ayuda. Todavía. Bueno ¿Y si la cobran qué? Como cada vez nos sentimos menos…
He seguido pensado en todo esto y cuando me he querido dar cuenta estaba lejos. Lejos de casa, lejos de mi y no sabía a dónde me dirigía. Así que he optado por no darme cuenta, aunque decía públicamente que quería hacerlo. Pero he seguido caminando con la frente bien alta, con dignidad, como si no me pasara nada. Y pasarme, me pasa, pero ni lo notan. Y que me digan algo. Yo todo digno…
El caso es que cuando me he olvidado de lo que pensaba y me he dado cuenta de lo que sentía, no recordaba ya el camino de vuelta a casa. Eso me pasa por comprar cada día el periódico para saber lo que pienso. Hasta en días de descanso tengo que hacerlo. Mal vamos. De todas formas, a esas alturas no me apetecía ya volver al mismo sitio. He seguido caminando sin rumbo fijo, sin rumbo, que es lo mejor. Caminando. Guiado solo por las tripas. Pero ahora me he parado. Me duelen las tripas, si. Y mientras no me encuentre el Almax, me voy a quedar a vivir aquí, en un descampado al que he llegado y que no está mal, en mi descampado. En esta parte el horizonte todavía está sin arreglar. Igual puede hacerse algo todavía para que lo dejen como está. Resulta más esperanzador que no lo arreglen. Que algo pueda resultar todavía imprevisible. Me quedaré por aquí hasta que pase una tuneladora y me lleve definitivamente de vuelta a casa.