9/15/2006

VIETNAM (V) La costa.

Es noche cerrada y mis oidos los llena plenamente, los invade la musica de Leonard Cohen. Poesia cantada en ingles de la que han bebido y beben Sabina muchos otros con firma reconocida. Sabios deleitadores de tragos con poso lucido y amargo. Sobre su voz viril, no se porque, voy poniendo el rostro imaginado, imaginario de Humbert Humbert, el afligido y a la vez delicado pederasta en el que Nabokov se encarna para desarrollar la novela que le dio fama: Lolita. La estoy leyendo en estos dias. Cuando viajo me gusta llevarme algun libro que no tenga nada que ver con el viaje y alguna musica que tampoco se pueda reconocer a si misma en el paisaje. Luego me arrepiento durante los dias en que tengo que acarrear el peso mortal de mi equipaje, pero me vuelvo a alegrar cuando las paginas escritas por sabios me deleitan y me pierdo en ellas para desconectar de las pesadeces del dia a dia viajero. Si ademas, en una extranha y lluviosa noche, ocurre que por arte de magia musica y literatura se unen con mi animo de manera imprevista y creativa, miel sobre hojuelas. Yo me dejo llevar. El cansancio acabara venciendome y me ire al fondo a pesar de la postura, de las posturas, de la busqueda de una postura. A pesar de lo desapacible de la situacion. El traqueteo resulta desde el principio insoportable, la luz es muy baja, desde luego que no se puede leer. Solo pensar, divagar y tratar de dormir. Pero no me quiero dormir, no me apetece. El cuerpo se hace a todo y si la mente divaga fantasiosa y confusa, inventando, mezclando las historias que cuentan Cohen y Nabokov, uno en ingles poetico y a veces inescrutable para mi, el otro derrochando sensibilidad de monstruo atormentado, al cuerpo no le queda mas remedio que ceder. Y al final cede, claro. Mi cuero no reacciona ya ni en las paradas. El bus que me lleva de Nha Trang a Hoi-An me ha pillado por sorpresa, ya que nadie me habia contado que ese tramo del viaje solo se hacia por la noche. No se la razon, pero el resultado es un carreterazo nocturno de doce horas. Ni mas ni menos. Este bus para, aproximadamente cuando la gente se lo pide, parece. A pesar de que tiene una parada fijada, hace un par de ellas imprevistas porque hay gente a bordo que se desborda. Asi que cuando para, se baja medio pasaje y se forma una fila de meones justo entre el coche y la cuneta, que no es cosa de ponerse a dar tumbos por ahi con la vejiga llena en noche negra de pais tropical. Veo la escena desde mi duermevela inapetente y me rio por dentro. Hacia fuera no me apetece mover ni un musculo, no vaya a ser que me despierte. Leonard Cohen se callo hace largo rato, harto de que no le escuchara, seguramente, y Humbert andara persiguiendo a su Lolita a saber por que campos de centeno de Massachusets. Sigo llendo y viniendo del limbo a la oscuridad hasta que se empieza a hacer de dia mientras vamos corriendo y rebotando entre arrozales verdes que ya asoman entre brumas. Seguramente han estado ahi toda la noche recibiendo una buena racion de lluvia intensa. El parabrisas del autobus lo indica claramente. Llegamos a Hoi-An a las seis y media de la manhana. Habiamos salido a las siete de la tarde de Nha Trang. Atras se quedan un par de jornadas de buceo en una zona coral de baja profundidad, muy bonito pero con poca vida. La bahia de Nha Trang, estupenda. La verdad es que todavia le quedan anhos para parecerse a las burradas que se ven en Espanha, afortunadamente. Por delante, otra costa que quiza sea la ultima en la que me banhe en Vietnam. Y una ciudad que atesora la fusion de cuatro culturas, china, japonesa, francesa y vietnamita en los muros de sus magicas paredes. Me tumbo un rato en una habitacion magnifica de un hotel de estilo colonial y... a por ellos.