8/31/2006

VIETNAM (II). Fluir


A veces tengo la sensacion de ser un enfermizo temerario. Las mas, creo que no tampoco lo soy tanto, lo que pasa es que me atrae experimentar. Bastante (jeje).Mientras pienso esto las motos me rodean. El espacio se angosta, el aire se vicia. Se entiende perfectamente lo de las mascarillas. No quedan centimetros que cubrir.
Miro a las caras de mi alrededor. Miradas timidas, huidizas, que se mantienen fijas por poco tiempo. Asi son los saigoneses. Mas retraidas, mas sutiles aun las mujeres. Hay un gesto en ell@s que no es natural, no es inmediato, espontaneo: la sonrisa. Si un saigones que no te conoce de nada te esta sonriendo es que te quiere vender algo. Una sonrisa aqui es mas bien un regalo preciado que solo se otroga en confianza, en un circulo que requiere de una cierta intimidad, al menos una familiaridad. Los saigoneses sonrien si saben a quien lo hacen, si saben o intuyen que ese alguien se lo merece, no la primera vez. No pretenden agradar con faciilidad. Hay que ganarselo. Puede que sea un rastro que haya quedado en la conciencia colectiva del pueblo vietnamita despues de haber sido invadido sistematicamente por potencias mundiales como China, Japon, Francia y Estados Unidos. Y tras haberlos hecho fracasar a todos, claro.
A pesar de que el semaforo esta en rojo las motos van saltandoselo, unas aqui otras alla. Aqui se conduce asi. Todo el mundo juega con esas claves, todo el mundo lo sabe, asi que los del otro lado sortean la presencia de los intrusos y nadie se mosquea ni lo mas minimo. Eso si, todos pitan y pitan, como si de verdad hubiera bronca, pero nadie hace caso, asi que...
Visto desde fuera es la locura del milenio, en la que incluso morir atropellado es una opcion a tener muy en cuenta cuando se va a cruzar una avenida. Puede ser. Puede ser porque el peaton es el ultimo ser de la creacion. Visto desde dentro, desde el caudal de trafico, es un fluir diferente. Un curioso fluir. Se abre el semaforo y el tropel caotico avanza a la vez que suena otra vez la sinfonia del claxon. Resulta toda una experiencia para alguien que cree en las normas y su necesidad de que existan (para poder saltarselas, desde luego, pero esa es otra historia), vivir desde dentro como se organiza por si mismo el caos. Aqui te puedes saltar la doble raya continua, el semaforo, avanzar en contra direccion, dar la vuelta en 180 grados en mitad de una avenida y no pasa nada. Es mas, parece lo normal. Aun mas: si en algun momento no recurres a cualquiera de esas tropelias, no podras llegar a tu destino o volver a tu lugar de origen. Cuando haces una de esas maniobras es cuando el personal presta mas atencion para esquivarte y deja de pitar. Y todo fluye. Se va y se viene a una velocidad media mas bien baja (me rio yo, siendo de Madrid) pero sin parar (por no parar no paran ni en los semaforos).
Ahora tengo los datos de una realidad que a simple vista impresiona al turista. En Saigon viven ocho millones de personas y corren por sus calles TRES MILLONES de motos, ni mas ni menos. Creo entrever la mirada ironica del tio Ho, en el anverso de los billetes, al pagar en la gasolinera. Pa lo que hemos quedao, pensara.
Hace su aparicion la lluvia. Suave al principio, torrencial despues. Tanto, que me tengo que parar a dos manzanas del hotel, a donde me dirijo para coger una capa de lluvia, oliendome lo que se avecina. No me da tiempo. No se ve, imposible circular. El agua cae caliente. En cuanto la lluvia tropical aminora su cadencia se puede volver a circular y comienzo a sentir cierto frescor al recorrer empapado la ciudad. La experiencia es personal e intransferible. Es otro de esos momentos en los que se a quien me gustaria tener aqui, por compartir, mas que nada. Momento unico, para recordar. Con la capa se cubre lo imprescindible: la mochila. Lo de mas se empapa de arriba a abajo. Cuanto mas escasa y ligera sea la ropa que lleves, mejor. Antes se seca. Asi que empapado y en moto recorro la ciudad. Me paso por el edificio de correos. Bellisimo edificio colonial, con marquesina disenhada por Eiffel. Cuidadisimo, limpisimo, bello, antiguo, frances, inmaculado. Y tambien presidido por un enorme retrato del tio Ho. Sin guinhos esta vez, que esta de mision oficial.
Hay un punto de desconfianza tambien en los saigoneses. Uno que es desconfiado y ademas esta de viaje, detecta esas cosas al primer atisbo. En ningun otro lugar, en ningun otro pais, en ninguna otra ciudad me han dicho que la firma del pasaporte no se parece a la de un cheque traveller y se han negado a cambiarmelo. Cuando he pedido hablar con el director de la sucursal casi todos los empleados han girado sobresaltados medio grado su cabeza e incluso creo que a alguna se le ha arqueado levemente una ceja. En ningun otro pais, en ninguna otra ciudad he encontrado tanta gente que quiera retener mi pasaporte. En el hotel, por ejemplo. Incluso se lo quieren quedar los que alquilan las motos, como prenda mientras la moto este en mi poder. Uno se niega a alquilarmela con el contrato ya hecho si no le entrego el pasaporte. Al final llego con otro al acuerdo surrealista de dejarle mi carnet de conducir. Chupate esa! Lo que esta claro es que aqui nadie me lo va a pedir. Con todo, los saigoneses no son gente que no sea amable y agradable. Todo lo contrario. Los son y mucho. Pero hay que ganarselos.
En moto y bajo la lluvia llego al Museo de Vietnam. Dice la actual historia oficial de Vietnam que toda ella es la de un pueblo que ha buscado desde hace milenios su identidad, su unidad y su independencia. Una forma sutil de redondear que lleva inevitablemente hasta el regimen actual.
Termino la excursion en medio de una tormenta impresionante, viendo en el mismo museo... Unas marionetas sobre agua!!! A ellas, a las marionetas, les dara igual que este jarreando, pero es que la musica no se oye. En fin. Un dia que no se me va a olvidar.