10/02/2006

Y... MADRID.


Llego a Madrid a eso de las tres de la tarde. Sol otoñal reconfortante. Desde el asiento trasero de un taxi miro al cielo, como si fuera una manera de continuar volando, de escapar. El cielo de ayer en Madrid era el de los dias espectaculares. Es uno de esos cielos que muchas, demasiadas veces, los madrileños nos perdemos porque estamos mirando al suelo cabizbajos, o peor aún, mirandonos el ombligo durante demasiado tiempo. Durante un rato me parece que todo esta al reves, el mundo boca abajo y que todavía estoy sobrevolando el mar. Las nubes diluidas y estiradas por el viento sobre un intenso fondo azul, son para mi un tempestuoso océano. Me recreo en la espumosa superficie de una marea azotada por vientos borracosos hasta que los primeros edificios de la avenida de America, me bajan a tierra. Poco despues el taxista me pregunta que si por la M-30 y caigo en la cuenta de que en la radio calientan ya el inevitable "Madrí-Aleti". Esto va a ser real. Estoy en Madrid. Pero Madrid ofrece a esas horas un aspecto relajado, brillante. Casi no hay trafico y observo que algunos de los costurones que quedaban abiertos cuando me fui, han cicatrizado ya. La M-30 en el Puente de Vallecas, esta menos sinuosa, incluso. Esto mejora. De todas formas, no me creo todavia que esto sea Madrid. Es Domingo, eso es lo que pasa. Parece que mi querida ciudad insoportable me ha preparado una toma de tierra suave. Bueno, pues me siento bienvenido a casa. Gracias.

HANOI - AMSTERDAM

Pasear por las riberas de los canales de Amsterdam cuando se llega a la capital holandesa procedente de Hanoi es un contraste muy fuerte. En este caso, con saldo favorable. Muy favorable. Amsterdam resulta ser un bálsamo especialmente agradecido y silencioso para el espiritu alterado del viajero sometido y acostumbrado ya a la crispacion disparatada del trafico de ciudades asiaticas como Saigon o Hanoi. No le he prestado quiza demasiada atencion a la capital vietnamita y es que el paso por sus calles atiborradas de motoristas enloquecidos me ha pillado ya cansado. Cansado, sobre todo de contaminacion acustica, del ruido. En Hanoi, en Saigon, en cualquier ciudad vietnamita es imposible dormir mas alla de las seis y media de la mañana y no es por el calor, no es porque a esas horas haya amanecido de manera sobrada. Es imposible dormir por culpa de la sinfonia de claxon que a esa hora mantiene ritmo mas que sobrado de "andante con moto". Y subiendo a medida que entra el dia.
Mientras eso ocurre en el sudeste asiatico, donde la supervivencia exige un cierto nivel de aislamiento mental, de distanciamiento, en pleno corazon de la vibrante Europa, la solitaria campanada del tranvia supone casi un sobresalto. Por las calles del Amsterdam con mas solera, se puede pasear silenciosamente en pleno mediodia de un dia laborable y yo casi no me lo puedo creer. Lo paladeo. Que intuicion la mia, venir aqui a terminar el viaje.
Los sentidos se van recuperando poco a poco, pero las mas de treinta horas de aeropuertos y aviones que me ha costado llegar hasta aqui, con una escala inesperada en Paris y nuevos escarceos entre controles de seguridad e interminables (aunque suene contradictorio) terminales, para reencontrar el camino hacia la capital holandesa, empiezan a pasar factura a primera hora de la tarde. El cansancio me supera y termino por irme a dormir pronto. Demasiado pronto. Duermo mas de doce horas.
En los dos dias posteriores, si me puedo permitir disfrutar de los canales, las calles, la ciudad balsamica y silenciosa que es Amsterdam. Disfruto de la belleza de las estrechas fachadas de casas del siglo XVI o del XVII, de viejos almacenes reconvertidos hace muchos años en viviendas de aire romantico y sofisticado. Disfruto de las flores en jardienras sobre las barandillas de los canales, y de las del interior de muchas de esas casas que se ofrecen sin inhibiciones ni cortinas al viandante. Disfruto de una ciudad puntera en Europa que se mueve masivamente en bicicleta y tranvia. El silencio se me hace espectacularmente obvio, quiza por deseado. En el fondo de mi memoria rechinan todavia los insaciables pitadores asiaticos, pero se alejan ya. Nada que temer. Y disfruto, además, de la belleza de mujeres espectaculares que surgen por doquier, como si manaran de alguna fuente secreta que, desde luego, pienso empeñarme en encontrar. Esta ciudad lo tiene todo, parece ser.
El fin de semana atrae a mucho turista hasta la capital holandesa. Los borrachos ingleses predominan por la zona freak del "Red Light Distric", con sus "Coffee Shops" y sus putas de escaparate. Todo el mundo echa una morbosa visita, parece obligado, pero esos britanicos de aire hooligan y por supuesto, de genero masculino, parece que se quedan a vivir alli. Amsterdam puede con todo. Su lado liberal tambien permite lo prohibido, forma parte de su leyenda. Sexo, droga y rock and roll. Sin problema. El que quiere consume y el que no, pasa. Y pasar, realmente, no pasa nada. Creo que hasta esos britanicos, teniendo lo que quieren, no se preocupan por montar broncas. Pero parece que los turistas de otras procedencias y estilos, se desperdigan mas por la ciudad. En un puente sobre un canal oigo hablar español a mis espaldas, a una pareja que pasa pedaleando sobre un tandem. El chico dice: "Pues oye, de las ciudades que he visitado esta es la que mas me gusta. Creo que me quedaria a vivir aqui..."

Yo tambien firmaria.